Invariablemente desde que existo, me sucede que cuando camino junto a alguien, hombre o mujer, siempre me rebasa; como si nada, me adelanta con la zancada más fuerte, más larga. No se dan cuenta de que soy pequeña, muñeca de corazón caliente, y sin querer me dejan sola detrás, esperando impacientes a que llegue a su lado, porque eso es lo que de mí se espera; que llegue pronta, que llegue y que no haga sopas.

–¡No tardes tanto, nena, anda más deprisa! –me llevan repitiendo toda la vida.

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