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Vivir en utopía. Facebook.

 

 

Siempre he querido hacerme una foto con mi madre como la que va encima. Llevo años pidiéndoselo, pero no puedo convencerla. No quiere. Dice que no lo ve bien y lo entiendo. (Mi madre es ahora muy parecida a esta señora). Pero tengo que contaros cómo es su cuerpo para que entendáis por qué me gustaría tanto vernos así a las dos. Está lleno de costuras, pero muy grandes, de esas que van de arriba abajo o que parecen un flotador. Ahora son hermosas, hace tiempo que perdieron el queloide posquirúrgico y parecen sinuosos surcos de color rosa-carne, pero algo más oscuros que la piel. Excepcionalmente, los fines de semana me deja echarle una crema suave con queratina. No me lo dice, nunca dice nada, porque no le gusta recordar que por dos veces casi se va, y yo no sé cómo evitarlo si tengo que cuidarla. Vive con poco menos de un cuarto de hígado y algo más de la mitad del estómago, le ha desaparecido parte de una costilla con sus alrededores, y hay otra a la que no sabemos qué le pasa. Y su vagina tuvieron que “reseccionársela” (en argot quirúrgico) dos veces el año pasado. Todavía no ha sido capaz de mirársela en el espejo. Dice que no puede y que tampoco quiere, que ya no le “hace falta para nada, así que mejor no ver”. Es una experta en veneno, rejones y el peligro de muerte.

Y el año que viene otro trozo de carne o de órgano se irá…     Eso, dicen los blancos, es cosa segura.

 

 

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Cáncer vivo

 

La carne sola                    entera.

Al final, el despojo.

Hemos dicho vivo;

lo podre dentro.