Blog de danza y otras cosas de Yolanda Vázquez

Categoría: De aquí y ahora (Página 2 de 2)

Corella recortado

Análisis y crítica de la actuación del Barcelona Ballet de Ángel Corella, primera del Festival de Danza de Oviedo de 2013.

 

Corela Ballet - Repertorio MixtoÁngel Corella en We got in good. Rosalie O’Connor.

 

El Barcelona Ballet abrió el pasado 19 de febrero el Festival de Danza de Oviedo con un programa mixto –del clásico a la música disco, pasando por un contemporáneo de tintes neoclásicos– que dejó al respetable a medio llenar, igual que quedó el patio de butacas del Teatro Campoamor en el año más agudo de la crisis.

Ángel Corella, uno de los bailarines españoles más respetados dentro y fuera del territorio nacional, regresaba a Oviedo con su compañía: una agrupación, ahora en corto, que sigue manteniendo empuje, pero que no acaba de cuadrar el círculo de la estabilidad. Son sabidos los agobios que han padecido el bailarín y los suyos, ahora bastante diezmados, durante 2012 por culpa de la crisis y del ERE. La compañía llegó a tener 40 efectivos; ahora cuenta con los que necesita según función contratada y programa: una situación poco idónea para la consolidación de un proyecto artístico de estas características.

Con todo, Corella sigue trabajando y apostando por lo que siempre quiso hacer: formar una compañía de clásico en territorio español para evitar la fuga de bailarines a otros territorios; uno de los propósitos con los que regresó a España tras su exitosa y reconocidísima estancia en el American Ballet Theatre de Nueva York, donde llegó a ser primera figura y una estrella de la danza. Sin embargo, su iniciativa, ambiciosa y nada desdeñable, ha chocado de lleno contra el presente. Y el presente ahora es crítico; tanto como la delicada y ambigua situación de las instituciones públicas respecto a los proyectos de este tipo.

En su regreso al Principado, las tablas ovetenses acogieron su espectáculo sin transiciones –del del clásico al moderno– empujadas más por el efecto arrastre de la química del artista sobre el escenario que por otra cosa. Debe reconocerse que uno de sus mayores dones como bailarín son los giros. Su poder y su gran técnica para controlarlos parece que no tuvieran fin: gira como si volara, eso es evidente, pero luego está todo lo demás. Y lo demás, es decir, el resto del programa, no estuvo demasiado bien ni alcanzó la altura de lo que se esperaba; fue desigual, desequilibrado. Eso sí, los giros los exhibió en “Suspended in time”, un dinámico homenaje de factura propia a la música disco de los años setenta y ochenta con el que el elenco al completo cerró actuación y programa.

Antes se vio la ejecución más compensada de la noche, “Facing the light”, que también es en la que mejor respira el bailarín, aunque haya que seguir a Vivaldi en la partitura y ponerse en fuga en alguna ocasión. Fue aquí, en los pasos a dos del sexteto de danzantes, donde mejores evoluciones se vieron; entre otras cosas, porque estuvieron más ponderadas, aunque también se apreciara alguna que otra descoordinación. Alegoría para la forma de una coreografía equilibrada, con un resultado efectivo porque se vio mejor el trabajo técnico, más cuajado, quizá; danza con mayor profundidad de carga sobre el trazo coreografiado. Tuvo su punto lucido.

Por último, abrió programa y noche Suite de Bayadera, extraída del clásico romántico de Marius Petipa de 1877, con una reformulación coreográfica del original hecha por el propio Corella, que fue ejecutada para pasar. Sin más. Obra totémica, sagrada, que dirían algunos, del repertorio más academicista del ballet; un hueso duro, muy duro de roer y de bailar con la precisión, prestancia, elegancia formal y constitución física que un canon de esta naturaleza exige.

Cuando la compañía se llamaba Corella Ballet de Castilla y León obtuvo un buen reconocimiento de crítica y público con la representación de este clásico en Madrid y Valladolid. Pero ahora es como si este milagroso globo balletístico se hubiera desinflado, aunque a los aficionados a la danza en España les continúa pareciendo extraordinariamente prometedor todo lo que gira alrededor de Ángel Corella y por eso no quieren perderle de vista. A ver si seguimos conservando esa sensación.

Por lo demás, el festival ovetense de este año es ambicioso en cuanto a número de representaciones y actividades paralelas; habrá varias iniciativas para acercar la danza a los niños, por ejemplo. El interés se centra ahora en cosas como un Carmina Burana coreografiado por el argentino Mauricio Wainrot, y, por ver lo que da de sí, la Petite Mort de Kylián a cargo del Ballet del Teatro Nacional de Praga, una compañía emergente que se estrena en Oviedo.

Es evidente el esfuerzo institucional por mantener un programa variado. La crisis hace mella en todo, y este año hay más cosas, pero también más popurrí. Eso sí, es de agradecer que algún día haya orquesta en el foso (28 de junio, con un Romeo y Julieta de la Compañía Nacional de Danza), y también otras muchas intenciones de la dirección artística que sólo es posible apreciar en su justa medida teniendo en cuenta lo que se hace con lo que se tiene. Este año, la danza en Oviedo se lleva 180.530 euros.

Leyendo ballet con Shakespeare, Prokofiev y MacMillan (I)

Existe la falsa creencia de que para entender la danza clásica es necesario conocer su abecedario, el código que permita descifrar la lectura y comprender qué es lo que nos están contando. Esta extendida creencia actúa como prejuicio, pone orejeras e impide contemplar de un modo sencillo y natural lo que vemos cuando estamos en un teatro, vemos danza en un audiovisual, en exteriores o incluso en mitad de la naturaleza. Y también dificulta la comprensión de otra cosa: qué quiere decir el cuerpo cuando se mueve y se expresa.

Es verdad que el ballet clásico se rige por una exigente técnica que debe enseñarse desde la infancia (posiciones y serie de pasos con nomenclatura propia); pero eso no quiere decir que sin conocerlos no podamos entender la danza. Eso no es cierto. Y también se hace necesario decir que no todo lo que se dice danza, así en abstracto, tiene por qué estar contándonos algo, es decir, tener argumento. De momento, ha de bastarnos con esto para poder empezar a bailar.

Así, de mano, siempre que se habla de ballet clásico desde fuera se piensa, casi de forma automática y refleja, en cisnes y en vueltas con un pie apoyado a la altura de la rodilla de base (Pirouette: passé, relevé). Eso está bien; así, por lo menos, los amantes de la danza ya tenemos algún terreno ganado…  Pero se me ocurre que la forma más fácil de acercarse sin aprioris ni miedos estereotipados al estilo clásico, y disfrutarlo plenamente, es coger un tema que por su universalidad sea conocido de todos fuera del arte de la danza y sobre el que cada uno se haya formado su propia idea, sea ésta cual sea. Es decir, que nos resulte un lugar común y familiar desde siempre, algo así como un standard pero sin serlo en realidad. Para ello he acudido a Shakespeare, a Prokofiev y a Macmillan, poeta, músico y coreógrafo, respectivamente. Y también a la idea del amor; en este caso, la del amor romántico. Así que éste es el tema y ésta la escena. Hoy nos toca bailar con Romeo y Julieta.

 

Imagen de Cecilia Molano

Cecilia Molano. http://ceciliamolano.com/tag/chejov/

Entradas siguientes »